“Así es la vida”
HISTORIA COLECTIVA: NARRACIÓN A CUATRO VOCES
[Por: Anas/Zaid/Assad/Mohamed. 1º Teleco. N.Avanzado]
Aquella noche, que marcaría toda mi vida, vi una bella mujer que iba montada en su caballo. Ella me miró con una mirada intensa.
Me enamoré de ella desde el primer momento. La seguí hasta que llegó a su casa. Era una casa grande, de madera de pino claro. Ella dejó su caballo y entró mirándome y sonriéndome.
En ese momento, mi corazón latía como nunca antes lo había hecho, por eso, supe que era el amor de mi vida.
Me quedé toda la noche sentado bajo su ventana, esperando que saliera, para poder ver su bello rostro y su hermosa sonrisa.
Amaneció y salió para coger su caballo. En ese momento la cogí de la mano y nos montamos los dos en el animal.
Cabalgamos por las montañas escarpadas y elevadas del Pirineo español , en este mismo lugar en el que me encuentro ahora.
Pasó el tiempo y nos conocimos más intensamente. Un día decidimos casarnos y vivir juntos hasta la muerte.
Fuimos a Amsterdam de viaje de novios. La ciudad era maravillosa. Tenía canales por los que pasear en barco y sus casas todas iguales y estrechas, parecían de cuento.
Yo gritaba y protestaba a esos tipos. Conseguí soltarme y empecé a correr hacia donde se habían llevado a Ana. De repente, sentí una bala que atravesaba mi rodilla. Caí dolorido al suelo. No podía escapar, llegaron y me golpearon terriblemente. Mi pierna sangraba como un río.
Me desmayé. Cuando me desperté, estaba tumbado en una cama de un hospital sucio y abarrotado de gente que hablaba una lengua que yo no podía entender.
Quise levantarme pero no podía. Mi pierna no estaba, había desaparecido. Sentí un miedo terrible. Ya no serviría para nada. Mi vida estaba arruinada.
Empecé a gritar, quería saber qué día era. Alguien me habló en mi lengua y me sacó de la duda. Llevaba una semana allí. Me preocupaba por Ana, dónde estaría, que le habría pasado. Estas preguntas daban vueltas en mi cabeza. Me sentía incapaz de hacer nada para salvar a mi amor. No sabía nisiquiera que hacer para escapar de este macabro hospital .
Alguien me sentó en una silla de ruedas y me llevó fuera de allí. Era un hombre anciano amable y respetuoso que hablaba español. Me dio dinero y algo para comer, dejándome solo en mitad de la calle. Paseé tristemente como pude y me encontré con una mujer que me miraba con extrañeza.
Ella se acercó directamente a mí. Me dijo que mi mujer había estado con ella en la cárcel. Me reconoció por la foto que le había dado Ana. Le pregunté donde estaba mi mujer. Me respondió con una mirada de tristeza, sin palabras. Supe entonces que Ana no estaba viva.
Recogí mis cosas; ya era hora de volver a casa pero aún así, seguía teniendo fe en que Ana seguía viva.
Y tenía razón. El amor de mi vida sigue sentada al lado mío en estos maravillosos Pirineos.
Nunca pensé que esto me pasaría, pasamos meses de sufrimiento, separados. Un día me encontré una mujer que se parecía a mi amor en la puerta de mi casa.
Cuando se dio la vuelta… era ella. Con la felicidad del encuentro, di un salto con mi única pierna y la abracé amorosamente. Entramos a la casa y Ana me explicó lo que le había pasado.
Alguien la había herido y la llevaron al hospital. Pasó días allí y eligió el momento adecuado para escaparse, vestida de enfermera.
Ahora es como si no hubiera pasado nada. No importa la pierna que perdí, lo importante es que aún estoy junto al amor de mi vida rodeado de mis hijos y mis nietos a los que les cuento esta historia.
FIN